SIN QUE ÉL SEPA COMO, LA SEMILLA GERMINA Y CRECE.
Ya estamos inmersos en el TIEMPO ORDINARIO
del ciclo litúrgico, hemos dejado atrás la Pascua y una serie de solemnidades que han
enriquecido nuestro espíritu con la acción en nosotros del Espíritu Santo.
Ahora nos encaminamos en este camino de salvación de este tiempo litúrgico
hasta que lleguemos al Adviento.
El camino a recorrer es como la vida misma,
esa vida práctica que Jesús utiliza en sus parábolas para que podamos
comprender el mensaje de la salvación, con los ejemplos llegamos más fácilmente
al mensaje que Jesús quiere transmitirnos para que comprendiendo su mensaje abramos nuestro corazón a su Palabra y esta se
haga VIDA en nosotros, solamente se hace vida en nosotros si nos convertimos,
si corregimos con frecuencia nuestro camino para no salirnos nunca del camino
del Evangelio del Señor. Según este mensaje del domingo presente Dios se hace
siempre presente en la vida del hombre. Se manifiesta cercano a cada uno de
nosotros.
¿Qué es el Reino de Dios?, algunos asocian
este Reino al Reino futuro, al cielo, pero lo cierto es que ese Reino de Dios
tiene su origen aquí en la tierra, ese reino está en nuestro corazón, está en
nosotros, está en la Iglesia,
se goza, se comparte y se disfruta de él en esta vida y de esta vida pasamos a él
en plenitud en la vida venidera. Las palabras de Jesús, usando ejemplos del
campo nos ayudan para entender esta acción constante de Dios en su REINO, Dios
en nosotros.
No pensemos en nosotros, en nuestra fuerza,
en nuestra acción, es el Señor el que obra, él siembra en nosotros, siembra su
Palabra que nos vivifica, deposita en nosotros, esa tierra fértil y dispuesta a
producir el gran fruto, Él mismo, hecho Eucaristía, para disponernos a fructificar.
Sí, es un misterio, como misterio es para el hombre del campo el milagro de la
cosecha, dádiva divina, ya dispuesta desde la misma creación del mundo, Dios
había previsto la forma y manera de proveer al hombre todo lo necesario para su
sustento, si hoy en día hay tanta miseria en el mundo no es debido a que Dios no
calculara bien o no supo prever que el aumento de la población del hombre
llegara a consecuencias tan alarmantes que parte de la humanidad quedara
desamparada, este desamparo no es de Dios, o consecuencia de la obra creadora
de Dios, es del corazón egoísta del hombre, que unos pocos consumen, especulan
y gestionan para su beneficio e interés lo que Dios ha destinado para la totalidad
de la humanidad. El hambre es un pecado del hombre, no un “olvido” de Dios.
El otro ejemplo usado por Jesús en el
Evangelio de hoy, el del grano de mostaza, tendría que hacernos pensar en
nuestras acciones individuales, muchas veces justificamos el mal en el mundo
aduciendo que “yo soy uno solo, no puedo cambiar nada, no puedo cambiar el
mundo”, y en esto estamos equivocados, “nada” es un granito de mostaza y cuando
crece hasta los pájaros pueden anidar en él, quizás sea cierto que el mundo no
podamos cambiar pero una cosa es segura, sí podemos cambiar nosotros, el mundo
comienza a cambiar en la medida que seamos capaces de cambiar nosotros, las
palabras convencen pero el ejemplo arrastra y de eso se trata, de ser católicos
convencidos dispuestos a cambiar cada día para arrastrar a muchos por el camino
del Evangelio y así sembrar la ilusión de la Palabra de Dios en el corazón de los demás y
llevarles por el camino del bien, el camino de la salvación que nos ofrece Jesús.
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