“Haced
esto en conmemoración mía”
Es
la fiesta del AMOR, el amor dado, ese amor triturado y sacrificado para que
redunde en beneficio de todos, un amor por y para los demás, amor por todos, no
excluye a nadie. Es la fiesta de Cristo, de Él, su PERSONA, no celebramos un
signo, un recuerdo o una fecha, celebramos a Jesús y este Eucaristía, hecho
comida por nosotros.
Se
queda en el pan y en el vino, alimento común para nosotros, pero este alimento
tiene una característica singular que nos tiene que hacer pensar. El pan,
multitud de granos que son triturados, molidos para conseguir la harina y así
hacer la masa. El vino, multitud de uvas trituradas, exprimidas, pisadas, para
conseguir el vino. Cristo se entrega totalmente, se entrega dejándose triturar,
se da a todos con dolor y con amor, con padecimiento, se da en la Cruz por amor. Así lo
entendieron los primeros cristianos cuando en sus plegarias al Todopoderoso le
pedían que les dejase ser triturados por los dientes de las fieras del Coliseo
romano, como es triturado el trigo, para poder ser hostia pura a los ojos de
los hermanos, así en Cristo encontraban la fuerza para el martirio, como sucede
hoy en Siria o en Irak donde encontramos testimonios de cristianos, muchos de
ellos niños que piden fuerza al Señor para no defraudarle cuando los
fundamentalistas musulmanes lleguen a atraparles para el tormento.
En
el comentario a las lecturas que hacen en el portal de la Orden de Predicadores, hace
alusión a lo que indica el Señor en el Evangelio, lo de seguir al hombre que
lleva un cántaro, y compara este cántaro con el de la Magdalena, es un cántaro
que se llena pero que hay que soltar inmediatamente porque hay que ir a “anunciar”
a la Comunidad.
Ciertamente
no podemos ir a la Misa
y menos a recibir el Santísimo Sacramento sin cántaro, o con el cántaro lleno
de “lo nuestro”, tenemos que ir sedientos del Señor, sedientos de su Palabra y
sedientos de Él, sabiendo que la
Misa es el lugar y el momento donde nosotros tenemos que
saciar nuestra sed, tenemos que llenarnos de fortaleza, de sabiduría, de amor
para luego poder dar aquello que a nosotros nos ha saciado, aquello de lo que
nos hemos nutrido, nadie puede dar lo que no tiene, y no podemos dar al Señor
si estamos vacíos del Señor. Aquí no importa si eres sacerdote, religioso o
religiosa o seglar, si no te llenas de Él no das nada, tu cosecha no sirve, no
estamos en la Iglesia
para dar “nuestra cosecha” estamos en la Iglesia para dar a Cristo a los demás y para
darnos nosotros, sabiendo que en la medida que nos estemos dando a aquellos que
nos necesitan nos estaremos dando al Señor.
Que
paséis un feliz día del Corpus Cristo, lleno de amor fraterno y de bendiciones
del Señor.
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