“ESTA POBRE VIUDA HA HECHADO EN EL ARCA DE LAS OFRENDAS TODO LO QUE TENÍA PARA VIVIR”
Dios,
según vemos en la Palabra
proclamada este Domingo, día del Señor, no es un Dios de CANTIDADES, y sí más bien lo
es de CALIDADES. NO CALIBRA EL EXTERIOR, aquellos que van ante él con puras
apariencias fracasan, no sólo fracasan, se van a encontrar con el rechazo total
de un Dios que ve el corazón, el interior, la voluntad de la persona, un Dios
que quiere el corazón del hombre, es decir, su buena voluntad. Esta buena
voluntad es la que lleva al hombre, nos lleva a cada uno de nosotros a acciones
grandes, acciones heroicas, a estas acciones nos lleva la Palabra tanto en la
primera lectura como en el evangelio con la historia de la vida de estas pobres
mujeres, que a pesar de sus muchas limitaciones, pobreza, ya rayando casi la
miseria, ante Dios y para Dios son espléndidas, radiantes, generosas, dan TODO.
La
cuestión que nos plantea es no poner en evidencia lo rácanos que muchas veces
podemos ser con lo “nuestro”, y pongo entre paréntesis lo nuestro porque en
verdad lo que es mío, lo que yo pueda tener, aquellos que por años he podido
amasar en realidad no nos pertenece, es prestado, solamente somos
administradores de los bienes que a Dios le pertenecen y que un día habremos de
rendir cuentas al Señor por el uso y el abuso en esas administraciones, siendo
así esto, no se entiende como con tanta frecuencia tiramos a ser cruelmente
egoístas, ruines, usureros, avariciosos, cómo pasamos ante la Iglesia, el templo para
soltar unas cuantas monedas que más que darlas para hacer un avío lo hacemos
para librar nuestro bolsillo del peso y el incordio de las monedas que damos.
¿Qué
busca Dios en todo esto?, en primer lugar que seamos conscientes que el es el
CREADOR, no nos crea ni para vivir en la miseria ni para ser miserables, nos
crea por amor para ser felices, pero ojo, esa felicidad aunque ha de tener su
origen aquí en la tierra tiene que encaminarnos a la felicidad plena del cielo.
Por el mundo, por la vida pasamos de prestado, peregrinos sin tierra propia
pues nuestra patria definitiva es el Cielo.
En
segundo lugar Dios nos motiva, quiere llegar a nuestro interior para
disponernos hacia Él, esa disposición será tal que nosotros podamos ser en
la vida totalmente generosos, como Él es generoso, y con una confianza nuestra
puesta en Él tan grande, que tengamos la certeza absoluta de que Él actuará, Él
pondrá en nuestra vida lo que nos falte, multiplicará para nosotros el aceite de
la alcuza, que no se agotará, lo mismo pasará con la orza de harina que no se
vaciará, pero esto sólo podrá suceder si encuentra el Señor un corazón grande y
confiado, un corazón que ama, cree, espera, un corazón que confía. Este corazón
solo puede ser uno que no esté contaminado con las riquezas que ofrece el
mundo, si es un corazón realmente pobre de dinero, pobre de placeres, pobre de
ego, y rico en esperanza.
Que
el Señor nos de la fortuna de ser pobres de espíritu para llegar confiados a
Él.
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