lunes, 9 de noviembre de 2015

¿QUIEN PUEDE CUESTIONAR LA FUERZA Y LA SABIDURÍA DEL ESPÍRITU SANTO?


Lo cierto que a cada uno nos da el Señor esa sabiduría para discernir, pensar, analizar, decir lo que uno cree según su propia conciencia. Yo se que nací en el 1952, bajo el pontificado de Pío XII, apenas tengo recuerdo de él, se o pupe ya de mayor saber que ha sido muy criticado y acusado muy injustamente de no "hacer nada" en la segunda guerra mundial, cuando hasta salía del Vaticano disfrazado de fraile para esconder soldados y judíos y librarles del cautiverio y de la muerte. ¿Pero que puede hacer un Papa en una Guerra Mundial cuando tiene que proteger a tantos hijos de la Iglesia que están sufriendo bajo la bota del dictador?.
Luego llegó la dulzura a la Iglesia con San Juan XXIII y aportó a ella lo que más necesitaba, el Papa puesto por Dios para su momento, el Papa de la PAZ, que evitó una casi segura III Guerra Mundial al inmiscuirse contra toda opinión en el asunto de los misiles de rusos y norteamericanos.
A él le sucedió el Papa Montini, el Venerable Pablo VI que puso su vida al servicio de la Iglesia aplicando el Concilio y saliendo de Roma para visitar el Mundo, la Cristiandad, el primer papa viajero.
Y a este le sucedió Juan Pablo II, el breve, pero que en apenas un mes nos dejó dos cosas, su sonrisa y su corazón.
Y vino San Juan Pablo II, el Papa polaco, el Papa de la ESPERANZA que con un largo pontificado llenó de esta gran Virtud a la Iglesia.
Luego nadie perece que lo esperaba, pero llegó el Papa Benedicto XVI, el Papa de la FE, el hombre de la sabiduría, hombre cercano que supo ganarse la simpatía del pueblo de Dios.
A su renuncia vino el el Papa Francisco, el Papa de la CARIDAD, la gran tercera Virtud tan necesaria para nosotros.
Pues eso, que cada uno específicamente en lo suyo, cada uno distinto totalmente de los otros, cada uno indispensable para la marcha de la Iglesia, cada uno actuando y obrando según designios DIVINOS.
No es el papa de mis caprichos, de mis gustos, de mis preferencias, es el PAPA que necesita la Iglesia y que el Espíritu Santo pone al frente para que todos nosotros dóciles a la voluntad Divina le amemos, le sigamos y LE OBEDEZCAMOS, SÍ, PARA MI, PARA TÍ, PARA EL OBISPO Y PARA EL CARDENAL, TAMBIÉN PARA EL ÚLTIMO DE LA FILA, le amemos y le obedezcamos, que no está ahí porque lo ha pedido él, o lo ha querido él, se le ha impuesto para ser PEDRO y confirmar a la Iglesia.

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